jueves, 9 de diciembre de 2010

La soledad de un restaurante chino a las once de la noche


Tu sabes a que me refiero. Siempre es un salón enorme, algo oscuro, sillas formando un ejército monocromático, huele a aséptico, quizás ligeramente a plástico, definitivamente a nada remotamente comestible.
Tanto silencio incita a hablar a susurros (Por si molestas a las paredes de bambú); El pollo-pato-ternera y sus acompañantes están invitados a la misma vieja fiesta de siempre, el festival de la glucosa con sensación de saciedad rápida a un módico precio de menú.
(Flan o helado, chupito opcional, ya me siento más cercana a la cultura gastronómica oriental).
La sombra de la camarera es alargada, se da cuenta de que no disfrutamos escuchándonos masticar y pone el hilo musical. Ahora todo es más raro, rancio ambiente de ascensor chino.
Aun más solitario que estando solo, solamente en un restaurante chino a las once de la noche.

Imagen: "Restaurant chinois", por Lanquarem.

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