domingo, 15 de noviembre de 2009

Iconoclasta


Santa Lucía es mi santa favorita, siento fascinación hacia esta criaturita de plástico con sus propios ojos en un plato... Cosas del catolicismo.

Se cuenta de ella que nació en Siracusa, Italia, y tras varios milagros para darle algo de notoriedad a su historia, resulta que oh!, la acusan de cristiana. En este momento nuestra heroína se levanta para defender la palabra de dios y su pureza, puesto que había prometido voto de castidad.
Aquí las cosas se ponen algo truculentas para la protagonista: El juez la amenaza con meterla en un prostíbulo para someterla a la fuerza, pero muy digna ella le espeta: "El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consciente". Pero Dios que es muy listo hace que los guardas no consigan moverla ni un pelo del suelo, aunque claro, esto no hace más que augmentar la ira del juez, que ordena dejarnos de rodeos y quemarla viva en la hoguera.
Venga hechar leña y que la muchacha no arde por la gracia de Dios. El juez a punto de explotar de la rabia ordena de nuevo que la decapiten, en fin, optan ejecutarla con una espada, pero aun con la garganta cortada, brotando sangre por aquí y por allá, ella sigue parloteando a los fieles.
Además de perder la cabeza en el momento de su ejecución, tambien pierde la vista, cosa bastante habitual. Pero cuenta la historia que momentos antes de morir desangrada vuelve a recuperar la visión.

Otros dicen que fue la propia Santa Lucía la que voluntariamente se arrancó los ojos para dejar de resultarle atractiva a su prometido, pero esto son rumores aun por confirmar.

1 comentario:

Iván Cárdenes dijo...

No había quien pudiera con ella, toda una heroína.